EL NACIONAL - Viernes 06 de Julio de 2007 NACION/13
J. E. GUEDEZ, IN MEMORIAM
Óscar Lucien
" Desde pequeño, en esos pueblos donde pasé mi
infancia, siempre me intrigaron aquellas fotografías
colgadas en las paredes, en las zonas de mayor
penumbra de las casas, detrás del postigo de una
ventana, cubiertas por la sombra de un árbol. Yo
sentía que esas fotos me veían desde esa penumbra".
Bajo la presencia de esas imágenes primigenias que
inundan su sensibilidad, Jesús Enrique Guédez, nacido
en Puerto Nutrias (estado Barinas) el 8 de septiembre
de 1930, nos ofrecerá su visión del mundo como poeta y
cineasta. Luego está la experiencia de los fotógrafos
ambulantes. El niño Jesús Enrique mira asombrado a
aquellos individuos que pasan con unos paisajes
(imágenes del llano, de ríos, de montaña), y
fotografían a la gente con esos elementos de fondo.
"Aquello era maravilloso. Estos fotógrafos revelaban
las fotos, que eran en blanco y negro, en unos baldes,
allí enfrente de las gentes; luego las sacaban y las
coloreaban con unos pinceles. Era asombroso ver
aquellas fotos, que eran en blanco y negro, y luego,
cuando las ponían a secar, aparecían en color. Era un
acto de magia. A algunas personas les quitaban las
arrugas, a otros les ponían corbata". Hasta ahora,
Jesús Enrique Guédez es sólo un asombrado espectador,
pero en una de esas lejanas Navidades le regalan un
juguete maravilloso; una caja pequeña con un diminuto
visor y una manilla que, al girarla, permite ver una
sucesión de figuras en celuloide: un camello, un rey.
Y con todo lo impresionante que puede ser mirar un
camello o un rey en el Puerto Nutrias natal, luego de
cansonas repeticiones, había que inventar imágenes
propias.
"Cuando nos cansábamos de ver lo mismo, hacíamos
nuestras propias tiras. Destapábamos el estuchito y
con papel de cigarrillos dibujábamos pequeñas
historias y las pasábamos en esas cajitas". Del cine
propiamente, Guédez conoce poco. Las películas las
llevan a Puerto Nutria unos señores en una canoa. Años
más tarde, en la población de Guasdualito, (1942)
donde continúa sus estudios, ve cine sonoro por
primera vez. "Con la fortuna de que al lado de la casa
en que vivíamos quedaba la sala de cine. Entonces,
nosotros nos subíamos a un árbol y desde allí veíamos,
gratis, las películas".
Está también la relación íntima con la palabra, con lo
poético. En la casa no hay libros. El único libro en
el pueblo era el del maestro, con el que daba las
clases.
Culmina el bachillerato en el 50 y se gradúa en
Comunicación Social en 1963, luego de muchas
interrupciones por la cuestión política, la
clandestinidad y los sucesivos cierres de la
Universidad Central de Venezuela, donde cursa su
licenciatura. Se vincula con las cuestiones artísticas
de la capital. En 1959 recibe el Premio Universidades
Nacionales de Poesía, de manos del maestro Pablo
Casal, en presencia del rector Pizani.
Amante de la poesía italiana, cuando termina la
universidad viaja a Italia. En el Centro Experimental
de Cinematografía estudia dirección cinematográfica
durante un año.
Regresa a Venezuela y retoma su puesto en el
Ministerio de Sanidad, donde le encargan realizar sus
dos primeros documentales, Donde no lle ga el médico y
Gastroenteritis.
Más tarde, con el patrocinio de la Universidad Central
de Venezuela, realiza La ciudad que nos ve que era
parte del Estudio de Caracas, una investigación en la
que participan, entre otros, los académicos Rodolfo
Quintero y Alfredo Chacón.
Miembro fundador del grupo Tabla Redonda (1960), a
partir de 1968 se vincula a la Universidad Central de
Venezuela, primero como profesor invitado y luego, en
1974, como profesor regular de la Cátedra de Cine de
la Escuela de Comunicación Social.
En su obra cinematográfica Guédez no establece
distinción entre documental y ficción: ambos surgen de
la referencia a lo real, a lo social. En su película
Juego al general, por ejemplo, hay una participación
activa de la gente del pueblo, el resultado es una
combinación de la experiencia vivida y la ficción
escrita por el cineasta. Algo semejante ocurre con el
argumento de El iluminado que se origina en una serie
de fotos, entrevistas y de una historia que el autor
recopila por la región de Yaritagua.
Sencillo y generoso, su muerte es muy sentida en la
comunidad cinematográfica.
Como legado, nos deja una significativa obra,
expresión de su compromiso social y su sensibilidad.
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